Buscar este blog

sábado, 9 de marzo de 2013

ENFERMEDAD DE OSGOOD-SCHLATTER


Cada vez es más frecuente ver en la consulta a niños mayores y adolescentes que presentan dolor de rodilla en relación con la actividad deportiva debido a que cada vez más niños participan en programas de deporte organizado. La realización de deportes intensos con malos hábitos como la ausencia de estiramientos, mala elección de calzado o su uso inapropiado y realización de deporte sobre superficies muy duras, son los factores de riesgo que más influyen en el desarrollo de estos problemas.



En muchas ocasiones este dolor se debe a la enfermedad de Osgood-Schlatter, que se caracteriza por un dolor que aparece al realizar actividades físicas (caminar, correr...), justo por debajo de la rodilla, en la tuberosidad tibial anterior. Se acompaña de inflamación local y dolor importante al tocar esa zona.





Es una de las lesiones más frecuentes en los niños de 9 a 15 años, y está directamente relacionada con la intensidad deportiva y en nuestro medio sobre todo con la práctica del fútbol, debido a la tremenda tensión que genera la hipersolicitación del cuádriceps, a veces desproporcionada para su edad. El tendón rotuliano, que se encuentra justo por debajo de la rótula, se ancla en el cartílago de crecimiento de la tibia y tira fuertemente de él para estirar la rodilla. En ocasiones el estiramiento fuerte y repetido provoca la inflamación de este cartílago de crecimiento y la aparición de dolor. 

El diagnóstico generalmente se realiza mediante la historia clínica y el examen físico. La radiografía puede ser normal o puede mostrar fragmentación de la tuberosidad tibial. Las radiografías se usan muy poco, a menos que se quiera descartar otras causas del dolor.

La finalidad del tratamiento es eliminar el dolor, mientras se intenta mantener, tanto como sea posible, las actividades del niño. Esto se puede conseguir normalmente a través de una combinación de estiramientos, hielo local y medicación antiinflamatoria.


Los ejercicios de estiramiento se deben realizar antes y después de hacer deporte. Los ejercicios se enfocan en los músculos cuadríceps e isquiotibiales.



Después de la actividad física se coloca hielo durante 20 minutos sobre la zona dolorida. La medicación antiinflamatoria puede ayudarnos a controlar el dolor.

Muchos chicos responden a estas medidas, y pueden continuar con sus actividades deportivas. Si la molestia es tolerable, la actividad física no tendría por qué verse afectada. En épocas donde haya picos de crecimiento, cambios de temperatura (principalmente la entrada del frío en el invierno) o aumento de carga física en entrenamientos y partidos el dolor suele aumentar. Ante esta situación conviene NO ARRIESGAR NUNCA. Unos días de descanso o disminución de la carga deportiva serán beneficiosos para el control de la lesión. Es decir, tendremos que regirnos por el sentido común. Si la molestia permite al jugador hacer el ejercicio con normalidad y no deja secuelas importantes (como estar dolorido 24 – 36 horas después del entrenamiento o partido) éste puede seguir al nivel al que se encuentre. Si por el contrario el dolor se mantiene lo más sensato es el reposo, absoluto o relativo en función del grado de dolor y exigencia física.

En el caso de no tener que parar deportivamente hablando, ayuda al deportista el uso de una cincha patelar o rotuliana, o bien de un vendaje patelar. Es importante saber que el uso de esta ortesis no solventa la lesión; simplemente ayuda a tolerar el dolor durante la práctica del ejercicio. De hecho, normalmente la sensación dolorosa es mayor al retirar la cincha tras el entrenamiento o partido.

Aquellos a los cuales no se consigue disminuir el dolor con las anteriores medidas, deben disminuir sus actividades deportivas. Algunos casos muy severos pueden requerir un breve periodo de inmovilización.

En raras ocasiones, se puede necesitar cirugía.

La mayoría de los casos mejoran espontáneamente tras un periodo de 12 a 18 meses y finalmente desaparecen una vez que el niño completa su crecimiento.


jueves, 7 de febrero de 2013

PULGAR EN RESORTE

Después de mucho tiempo sin actualizar el blog, aquí estoy de nuevo. Mi propósito para este año es mantener una regularidad en las publicaciones, y para comenzar os quiero contar qué es el pulgar en resorte.

 Aunque no es muy frecuente, por mi experiencia personal creo que es la patología más frecuente de la extremidad superior de los niños sin contar los traumatismos; y a pesar de ser un problema sencillo muchas veces es desconocido incluso dentro del personal sanitario, por lo que a veces se confunde el diagnóstico y se etiqueta de lesión producida por un traumatismo, instaurándose tratamientos erróneos.


Normalmente se diagnostica en niños pequeños, en la edad de 1 a 3 años. Al inicio del proceso podemos notar un chasquido o resorte al realizar la flexión y extensión del pulgar, que a veces es doloroso; pero lo más frecuente es que nos encontremos con que el niño tiene un pulgar flexionado que no podemos extender, y en la base del pulgar podamos palpar un pequeño bulto.


Se debe a un conflicto de espacio entre el tendón flexor del pulgar y una banda fibrosa (polea) por dentro de la que desliza. Si esta polea es más estrecha de lo normal el tendón se irrita e inflama al rozar cada vez que el niño mueve el dedo hasta que el nódulo que se forma por esa inflamación no cabe por dentro de la polea y el dedo queda bloqueado sin poderse extender.





Es raro que se resuelva espontáneamente, por lo que su tratamiento es quirúrgico una vez que el niño tiene más de 1 año de edad. La cirugía es sencilla, aunque necesita anestesia general. Consiste en abrir esa polea para que el tendón pueda deslizar. La recuperación es rápida, lo que tardan en quitarse los puntos, y los resultados son buenos.